Un trozo de tierra que habitar, una fugaz permanencia, un débil y distraído cuerpo y una minúscula conciencia y ya nos creemos dioses. Luego viene el tiempo y actúa sobre los seres y los borra una y otra vez y un buen día nos alcanza el olvido y también nosotros somos borrados como lo fueron otros.
Pobres y pequeños dioses aquellos, escribe el tiempo sobre las cosas.
Pero es necesaria una mirada profunda para percatarse de esto.
En definitiva, hay actos humanos que no son dignos de mención pero hay otras percepciones del mundo que no deben perecer y atraparlas para siempre es, justamente, la principal misión del artista.
© Elena Villamandos
